Convulsiones




CONVULSIONES


Son la urgencia neurológica más frecuente en pediatría. Aunque la mayoría de las veces los niños llegan a la consulta sin actividad convulsiva, en ocasiones puede tratarse de una urgencia vital, especialmente en las crisis prolongadas que conducen al status convulsivo llegándose a presentar hasta en un 5% de los niños menores de cinco años.
La descarga exagerada de las células cerebrales, puede afectar a muchos bebés.

Existen varios tipos de convulsiones dependiendo de la forma en que se presentan, sin embargo todos los tipos son originados por una descarga eléctrica exagerada de un grupo de células cerebrales.
Las manifestaciones más frecuentes son: pérdida del conocimiento, alteración en la actividad motora o en el comportamiento, siendo las contracciones musculares la forma de presentación mas llamativa, que se caracteriza por estallidos rítmicos enérgicos de contracciones musculares que pueden afectar extremidades completas o partes de las mismas y que no pueden dominarse voluntariamente.
La exagerada descarga eléctrica puede deberse a muchas causas, por ejemplo: trastornos metabólicos de la glucosa, calcio, magnesio o sodio; disminución de la oxigenación cerebral; infecciones, hemorragias o tumores del sistema nervioso; intoxicaciones, causas desconocidas o convulsiones febriles.
Algunas causas son más comunes en el recién nacido, como los trastornos metabólicos, la asfixia perinatal y las hemorragias intracerebrales. Las otras son más frecuentes en el niño mayor. De todas las causas, la convulsión febril es la más frecuente y merece especial consideración.
Las convulsiones que acompañan a las enfermedades febriles agudas pueden ocurrir hasta en un 4 % de los niños entre los tres meses y los cinco años, especialmente en sus primeros dos años de vida.
Habitualmente este tipo de convulsiones se presenta en niños que no sufren ninguna enfermedad neurológica previa, aparece cuando sube la temperatura por encima de los 39 grados y desaparece cuando la fiebre se controla, pero sin evidenciar infección intracraneal ni otras causas y dura menos de 10 minutos. En más del 20 % de los casos existe un familiar que ha presentado convulsiones.
La convulsión febril puede reaparecer en los primeros tres meses después del evento inicial en más del 90% de los casos no tratados pero, en general, el pronóstico es bueno cuando el niño recibe medicación.
El tratamiento ideal consiste en descubrir y corregir la causa específica que origina la convulsión, mediante un estudio clínico y paraclínico del niño, que podrá incluir pruebas tales como: exámenes de sangre, punción lumbar, electroencefalogramas o tomografías del cráneo.
Un concepto popular pero erróneo establece que la fiebre o las convulsiones pueden causar meningitis, cuando lo que ocurre es precisamente lo contrario: la meningitis puede ocasionar fiebre y convulsiones.
Consejos:
- Si su niño convulsiona, colóquelo en forma tal que no se pueda lesionar ni aspirar el vómito.
- Mantenga las vías respiratorias libres, por ejemplo introduciendo el mango de una cuchara en su boca para evitar que se muerda la lengua, cuidando de no dañarlo al forzar la introducción.
- Si la convulsión se presenta con fiebre, se deberá disminuir su temperatura con medios físicos (desnudarlo, bañarlo con agua tibia, colocarle compresas con agua fría). Después que esté consciente se le puede administrar antipiréticos, tales como acetaminofén o ibuprofén.
- Acuda rápidamente al puesto de emergencias más cercano a su hogar, donde se le podrán administrar medicamentos anticonvulsivantes y se le practicarán los exámenes paraclínicos correspondientes para descubrir la causa que originó la convulsión.



 

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